viernes, 19 de abril de 2013

Posicionamiento de una marca: las víctimas


Según Francisco Santos, un día se levantó y se dijo: las víctimas de las FARC y del narcotráfico no tienen voz, por eso voy a mandar a hacer vallas con un primer plano de las caras de sus verdugos.

En Colombia, donde muchos miran con desprecio a la vecina Venezuela -ahora que ya no es la hermana millonaria-, algunos se vanaglorian de una vida política distinta. Sin embargo, el hecho de que nuestra agenda mediática esté marcada por las rivalidades entre los egos de los políticos nos muestra que no estamos en un escenario tan diferente.

Durante toda la semana, la prensa, la radio y los noticieros nacionales han registrado la polémica que suscitaron las vallas en las que el precandidato presidencial Francisco Santos invita a los ciudadanos a jugar a las adivinanzas, preguntándoles quién entre dos criminales ha matado a más policías. Ante cámaras y micrófonos, se ha quejado de censura y de intolerancia porque en algunos casos las vallas fueron retiradas. En otro caso, una de sus vallas fue cogida a golpes de pintura por un grupo de ciudadanos y la reacción del candidato fue decir “bueno, afortunadamente la pintura era rosada, que es un color amable”. Con esta sensibilidad estética, ¿le parecerá amable encontrarse, en cualquier calle, la cara del asesino de un ser querido en tamaño descomunal?
Fuente

Aunque estoy de acuerdo con quienes opinan, en la línea de Daniel Samper Ospina, que la mejor forma de hacerle daño a la imagen de Francisco Santos es respetar su libertad de expresión, la entrevista que este candidato le concedió al diario El Colombiano me fuerza hoy a escribir sobre las vallas de la adivinanza. Según él, dado que le preocupa la situación de las víctimas de las FARC una vez concluya la negociación en La Habana, el mensaje de las vallas es importante porque señala que aquí hay victimarios de primera y victimarios de segunda. ¿Su preocupación son las víctimas, dice?

A los de primera, dice él, se les puede abrir un espacio en la actividad democrática, y a los de segunda, dice, “que se pudran en el infierno”. ¿A quiénes se refiere; a quiénes ve él pudriéndose en un infierno? ¿Acaso el Acuerdo de Ralito es la causa del hacinamiento carcelario? Sobre esta misma inquietud, insiste en que la gravedad de un homicidio es siempre la misma, pero luego defiende un régimen especial de juzgamiento para la fuerza pública, y las víctimas que nombra, para las que clama perdón, son las del Nogal por ejemplo, no las de Soacha, por hablar de una misma ciudad. Y, para coronar su evidente confusión, dice hacia el final de la entrevista: “Cuando hoy miraba la valla se me arrugaba el corazón porque yo no distingo entre víctimas y victimarios”. Contundente.

En otro apartado de la entrevista señala: “Me duele saber que esos atropellos –de las FARC y del narcotráfico– van a quedar en la impunidad. Y eso es lo que veo venir. Y para mí, como parte de una sociedad moderna, es impensable e inaceptable, y si puedo hacer algo, lo hago y por eso me dediqué a poner vallas”. Me pregunto qué es para él lo propio de una sociedad moderna: ¿una en la que las víctimas están forzadas a mirar los rostros de sus verdugos en tamaño extraordinario, como si la televisión no estuviera haciendo una labor recalcitrante de restregarnos en la cara a los asesinos organizados? Y, entretanto, ¿qué quiere decir cuando dice “por eso me dediqué a poner vallas”?: ¿va a derogar la Ley de Víctimas o a levantar la Mesa de Diálogo a punta de vallas? ¿De verdad; fue eso lo que aprendió en sus altos estudios en comunicación? O es muy tonto o es muy cínico. No es una disyunción excluyente.

Otra cosa que le preocupa al primo del presidente, y lo dice como un niño que se queja con la profesora, es que el fiscal dijo que los guerrilleros podrían llegar al Congreso. Y, ¿de dónde saca él que el marco legal lo permite todo? ¿O es que está hablando del proceso con los paras? A los detractores de este proceso de paz se les olvida que el marco legal no se ha construido todavía y que, de abrirle paso a la participación de los miembros de las FARC en política, es claro que ésta solo podría validarse en las urnas. En contraste, para el candidato la alternativa sería hacer un proceso como el de Ralito. Da grima ver a un candidato presidencial defender a estas alturas ese acuerdo: ¿considera él que la extradición de algunos jefes paramilitares ha dejado en una mejor condición a las víctimas? ¿Desconoce que ellos mismos han confirmado en medios masivos que la extradición les permite ser juzgados por narcotráfico en procesos cortos y eludir procesos eternos acá por masacres, de las que todavía seguimos sin conocer muchos nombres? Además, ¿cree él que es fortuito que Luis Carlos Restrepo esté prófugo? Pero, este no es el tema que motivó este escrito, lo es un uso descabellado del espacio público.

Este individuo, fundador de País Libre, dice que tampoco es que tenga tanta voz, “solo los twitter [sic] y las vallas y algunos espacios.” ¿Solo las vallas, el Twitter y algunos espacios? ¿Cree este señor, que se pavonea diciendo que conoce a las víctimas, que poner una valla es un recurso menor? No hablemos solo del costo, hablemos de la visibilidad. Insisto: después de lo vivido, ¿están condenadas las víctimas a ver en tamaño exorbitante las caras de sus victimarios? Y, sobre los otros espacios, ¿le parece poco a este señor haber robado micrófono en todos los noticieros nacionales durante toda la semana, haber protagonizado artículos en distintos periódicos y haber sido entrevistado a propósito de su iniciativa? ¿Ha tenido una sola de las víctimas toda esta visibilidad? Me corrijo: Francisco Santos no es tonto ni cínico, es perverso.

Dice el candidato: “trabajo en ver cómo posiciono las víctimas de las FARC para que no las dejen solas. Ese es mi propósito”. ¿Posicionar, como las marcas? Ahora, ¿de verdad piensa este hombre que el primer plano de dos de los asesinos más famosos de este país le da voz a las víctimas, las va a acompañar? ¿De qué modo: hace más llevadera su pobreza, le da un censo a la ciudadanía de la cantidad de desplazados que recorren las calles de las ciudades, abre escuelas para los huérfanos o da trabajo a las viudas? ¿De verdad piensa Francisco Santos que lo que necesitan las víctimas es “ser posicionadas”, le parece al menos respetuoso usar este verbo para referirse a ellas?

No solo es lamentable, también es preocupante ver a un candidato presidencial defender la voz de las víctimas jugando a adivinanzas innecesarias, y demostrar con descaro que ellas son su eslogan de campaña. Es irresponsable que una persona como estas tenga todos los micrófonos que tiene. Por esto no puedo evitar la comparación de nuestra política con la venezolana. Aquí, como allá, los discursos de los políticos se consagran de lleno a las peleas entre ellos mismos, con las que se lanzan como rapiñas sobre la agenda mediática. Lo grave es que toda esa visibilidad que ellos se roban, corresponde al espectro de la visibilidad en común: lo que me encuentro en la ciudad al mirar para el cielo o en el televisor cuando solo tengo canales nacionales.

Por último, y de eso no se habla en la entrevista de El Colombiano, ¿por qué debajo de la valla del candidato está la leyenda “La sangre de Cristo tiene poder”? Lo dicho: Francisco Santos puede, por mucho, contra sí mismo. 

3 comentarios:

  1. Gracias por las ohpiniones, siempre sensatas, más que bien escritas y con un humor punzante que a lectores como yo nos atrapa.

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  2. Bueno hay intereses criminales en no permitir que haya paz en ese pais, y que continue la guerra porque si no hay guerra muchos "PIERDEN" los señores de la guerra,los que hacen negocios con armas y otros intereses creados...........

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